Dolores Dreier, vive la vida de una joven estudiante hasta que su mejor amiga es brutalmente asesinada. Dos años después, ella es la única acusada por el crimen en un caso de gran exposición mediática que la ha puesto en el centro de la escena: todo el mundo tiene una opinión acerca de su inocencia o culpabilidad. Dolores se prepara para el juicio aislada en su casa, mientras la familia Dreier funciona como un equipo dispuesto a todo para defender a su hija. Pero a medida que el proceso avanza y la presión aumenta, los secretos y la sospecha aparecen en el seno familiar. Acorralada por la evidencia, Dolores deberá enfrentarse a sus propias dudas sobre lo que verdaderamente ocurrió.
Dolores acude al programa de Mario Elmo y confiesa que nunca le perdonó a Camila que filtrará su video sexual, y que pensó mil veces en matarla, pero que ella no lo hizo. Por la noche, Dolores le pregunta a su padre que donde está su mochila, este, visiblemente alterado le dice se calle, que está perdiendo la cabeza. Le dice que si después de todos los esfuerzos que hicieron para llevar a cabo su defensa, es declarada culpable, dejará de ser su hija.
Por la noche, Dolores le pregunta a su padre que donde está su mochila, este, visiblemente alterado le dice se calle, que está perdiendo la cabeza. Le dice que si después de todos los esfuerzos que hicieron para llevar a cabo su defensa, es declarada culpable, dejará de ser su hija.
Lucas acompaña a Dolores hasta su casa de campo a pasar la noche. Cuando está amaneciendo, Dolores se levanta y va al pozo. Se sienta en el borde con la intención de suicidarse. En ese momento aparece su padre y ella de nuevo le pregunta que que hizo con la mochila del día de la muerte de Camila. Descubre que la tiró al pozo. Él le dice que fue para protegerla, que cuando llamó la Policía para contar los sucedido, abrió su mochila y vio la sangre. Dolores le dice que ella no la mató, que cuando se fue de la casa Camila no dormía, estaba en la cama llena de sangre y que ella la dejó ahí, dejando que se muriera. El hermano pequeño de Dolores va a testificar y cuenta la historía que habían ensayado, dice que su hermana fue a recogerlo a la hora del asesinato, otorgándole así una coartada. Dolores Dreier es declarada inocente del asesinato de su mejor amiga, Camila, por falta de pruebas. En la última escena Dolo ve al puma por los tejados de la ciudad y no avisa a la Policía. Ese puma había sido visto por una mujer con Alzheimer a la que nadie creyó.
La segunda película de Gonzalo Tobal -“Villegas” (2012)-, se mete de lleno en el drama legal y los pormenores del juicio contra Dolores Dreier (Lali Espósito), joven estudiante de indumentaria que, hace poco más de dos años, fue acusada de matar a su mejor amiga Camila, quien fue hallada con heridas fatales tras una fiesta de despedida organizada en su propio departamento.
Desde el hecho, Dolores no sale de su casa, y si lo hace es bajo la estricta vigilancia de su mamá Betina (Inés Estévez) y su papá Luis (Leonardo Sbaraglia), que empeñaron hasta lo que no tenían para contratar al mejor abogado defensor, Ignacio Larocca (Daniel Fanego). Los días son un suplicio para la joven que consume su tiempo entre tardes de juego con su hermano menor, visitas de sus compañeras y un “noviecito”, que parece creer en su inocencia.
No es una mala película, sólo que no es brillante, y aunque trata de transmitir toda esa angustia y claustrofobia por la que atraviesa la protagonista, nunca termina de concretarlo realmente. Igual, es una buena alternativa para los amantes del drama legal sin muchas pretensiones.
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