viernes, 21 de enero de 2022

La gran belleza



Una película del 2013 de Paolo Sorrentino es esencialmente un bello cuestionamiento a la decadencia del mundo intelectual y las convenciones sociales. En un escenario como Roma se dan cita en verano nobles decadentes de las elites para matar el tiempo con un despliegue irracional inconsistente. En nuestra narración, de esta obra maestra, el centro es Jep Gambardella (Toni Servillo) un escritor que escribió un solo libro y practica el periodismo. Permanece en el despliegue histriónico con mirada expectante y actitud interrogativa. Su único interés es volver a encontrar una musa perdida.

Paolo Sorrentino consigue filmar lo que podríamos clasificar como su obra maestra, la actuación de Toni servillo es monumental. Es inevitable, al ver esta película, recordar La dolce Vita de Fellini (1960). Hay un mismo escenario Roma como un despliegue de personajes alucinantes que parecieran vivir solo para el performance. Ambas cuentan con un personaje central que van dándole sentido a la trama y ambos buscan poder rescatar un lugar como escritores. Jep Gambardella podría perfectamente ser un Marcello Mastroianni envejecido y trasladado a otra época. Comparten ese énfasis por las fuerzas turbulentas que atrapan, la licencia, el sexo y la descalificación de las costumbres religiosas enmascaradas. A quien le gusto la Dolce Vita se sentirá fascinado con la película de Sorrentino.

Como afirma Eloy Tizón, “Jep Gambardella es la personificación de la Europa desgastada, ojerosa, de chaqueta cruzada elegantísima y hortera a la vez, que, pese a todo renuncia a las cenizas de la pasión, al guiñol social y al descontrol de la juerga. Beber, hablar, aturdirse, derrochar energía dando tumbos incesantes toda la noche para apurar los escombros del cielo, a la espera de un milagro. Y el milagro se produce: se cruza con Fanny Ardant, ve desaparecer una jirafa entre las ruinas romanas, descubre el mar en el techo de su dormitorio”. El personaje de Gambardella es fascinante porque es una perfecta mezcla del hombre mundano que puede gozar de los placeres banales pero que no se queda allí, mantiene una distancia sin caer en la vulgaridad de querer dar lecciones. Es un personaje honesto consigo mismo y con su época.

Una película cargada de simbolismos y belleza.

 

viernes, 14 de enero de 2022

Juventud



Una película dirigida por Paolo Sorrentino en 2015. Como es distintivo en las exitosas películas de este gran director quedaremos extasiados con su hermosa fotografía y música. No importa si de sus películas le guste o entienda la historia, de esa butaca no se pararán sin una fascinante sensación y elevación de los sentidos que produce la observación de lo bello.

Un compositor retirado (Michael Caine) y un director de cine que se aferra a su trabajo (Harvey Keitel) se encuentran en un Spa en los Alpes Suizos como solían hacer todos los años. Allí transcurre una tranquila y dura historia de dos viejos que se conocen desde siempre. Sus conversaciones basadas principalmente en los recuerdos van develando parte de su historia, logros y equívocos. Con un humor muy peculiar y a la vez cargado de nostalgia. Mientras se distraen se van realizando todo tipo de exámenes médicos, masajes, y deleites sensoriales. Un baño de placer para quienes ya se estaban despidiendo de la vida.

Con una mirada en el pasado analiza el presente sin descuidar el medio artístico al que pertenecen los protagonistas. Al director de orquesta le llega una visita inesperada que por su insistencia y peculiar pedido logra que el prestigioso director rompa una promesa y le lleve flores a su esposa enferma como gesto de despedida. El director de cine, Harvey Keitel, quien busca filmar su última gran obra maestra y su testamento fílmico en vida, se le cae el proyecto después que su actriz principal (una irreconocible Jane Fonda) renuncia a su papel porque decidió hacer una serie para TV que le darán beneficios para cumplir sus sueños de muchos años. “La TV es el futuro si es que ya no es el presente” le responde a un Harvey Keitel desbastado con tal decisión.

Toda la película es una apuesta sensorial que llega principalmente por lo que se ve y lo que se oye. Una exquisita música que corre a cargo de Fred Ballinger (Michael Caine) una música simple inspirada en el sonido de la naturaleza y en la sencillez de los instrumentos.

Toda esta riqueza acompañada de una gran elenco y actuaciones de lujo. El único personaje que resulta chocante a la vista es Diego Maradona en plena decadencia. Personaje que parece ser un sello en el cine de Sorrentino. Sorrentino relata la vida como una gran lección que en la juventud vemos cerca, pero con los años se nos va alejando.

Hay que buscarla, pero vale la pena sin lugar a dudas.