Caracas
desbastada, 8 de Agosto 2020
Mal recordado difunto:
La verdad es que es la primera vez que le escribo a un muerto, pero no quería perder esta oportunidad a la que me invitan, la de escribirte una carta de amor.
Cuando supe de tu presencia en este mundo y vi tu cara por televisión no me quedó duda sobre el peligro que corríamos todos en este país, que no te merecía. Sí, todos sin excepción porque nadie se salva de tu poder desbastador. A quien no arruinaste materialmente lo arruinaste moralmente. Tanto es así que podría afirmar, sin temor a equivocarme, que a quien no mataste de hambre le mataste el alma. Hasta tal punto nos transformaste que ya es difícil reconocer al país que conocimos, recordar lo que fuimos requiere trabajo memorístico. Hacemos esfuerzos diarios por no perder esa perspectiva que constituye nuestra historia. Hacemos ese esfuerzo no para lamentarnos sino para no enloquecer.
Te moriste y lo festejamos creyendo que ese sucesor que dejaste era más fácil de derrotar. No tiene esa seducción perversa que a ti te caracterizaba y parece una persona hasta boba, pero no nos ha sido fácil lo mantienen atrincherado las armas que se voltearon en contra de su pueblo y la mediocridad de los líderes de la oposición. Es que hasta esa sagacidad y rebeldía que nos caracterizaba se fueron mermando. No sé si esa aventura tuya loca termine por ganarnos definitivamente la partida pero por ahora el juego está trancado.
No voy a gastar mis neuronas en pensar qué clase de locura padeciste ni cuál fue el delirio que nos infectó, pero si estoy convencida que de equilibrado no tuviste ni la sombra. Tampoco me interesan tus frustraciones juveniles ni infantiles que hicieron de ti un ser despiadado y salvaje. Lo que lamento es que te hayan parido dentro de nuestras fronteras. Vulgaridad, injusticia, atropello y muerte es lo que fuiste dejando por los caminos que transitaste. Ojala hayas sentido como te llegamos a detestar, a odiar en realidad aunque esta es una emoción que les ha dado por censurar y combatir a las personas decentes de este país. Hay situaciones en las que no me comporto ni siento tan decentemente. Destruiste mi país y eso me genera odio.
No me quiero extender mucho para no correr el riesgo de parecer empalagosa, y ya otros te dirán lo que no te dije yo. Cuánto quisiera creer que aquello del infierno existe y poder imaginarte sufriendo y pagando por tu maldad. Pero ese espacio no lo consigo entre mis relatos. Así que lo que quisiera es borrar de mi mente tu cara desagradable y tu risita burlona. Buena sacudida nos diste, ahora conocemos con toda su profundidad el dolor, la angustia y la necesidad.
Esta carta la voy a ser pública, no te la mando a ese correo del concurso para no competir con tantos ciudadanos ávidos en escribirte cartas de amor.
Se despide de ti una venezolana del montón que estamos en una lucha sin cuartel por sobrevivir y borrar tu perversa mitología.
Marina Ayala Fontúrvel
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