jueves, 27 de agosto de 2020

Magnolia

Tom Cruise

La tercera realización de Paul Thomas Anderson cuando solo contaba 29 años de edad. Es catalogada por la crítica como la mejor película de 1999 cuando vio la luz. Es una película muy poderosa porque es bella y tremendamente enigmática. Lleva al espectador a un estado de perplejidad, de interrogantes sin respuestas pero con la certeza de quererla ver hasta el final. Su guion narrativo es de una originalidad como no había apreciado en ninguna otra realización. El elenco de actores es de primera pero si nos ponemos a enumerarlos abarcaríamos todo el espacio de este comentario que pretende brevedad. Asombra tanta profundidad en tan joven cabeza, un portento creativo. Seis historias se entrecruzan y todas son narradas con una intensidad de matices y personajes de absoluta originalidad en ejecución y desarrollo.

Un presentador de concursos televisivo que se acaba de enterar que está muriendo y una hija maltratada y vejada que lo desprecia. Otro personaje moribundo cuya esposa alocada y atormentada descubre que lo ama sin haberlo sabido. El hijo de este personaje moribundo interpretado magistralmente por Tom Cruise.  El sensible enfermero (Philip Seymour Hoffman) que lo cuida y que se involucra en sus dramas familiares. Un cura un tanto perverso que empuja a sus feligreses a acostarse con cualquier mujer. Un niño portento que se presenta  en el concurso de preguntas y respuestas con un padre que lo desprecia. Un policía solitario y lleno de complejos que ha pasado su vida tratando de pasar desapercibido. Y un antiguo concursante con una vida gris y solitaria. Todo este enredo de personajes e historias tienen en común la mentira y la culpa que arrastran como un factor atormentante.

Vamos a resaltar dos actuaciones por considerarlas excelentes y no es que las demás no lo sean, pero estas destacan. Tom Cruise como Frank T.J. Mackey impresiona por el realismo de su interpretación, uno pierde la noción de que se trata de una actuación. Sus gestos, movimientos y sobre todo la emoción llegan a conmover intensamente. Verlo resquebrajarse después de haber sostenido una posición firme y fuerte es una escena merecedora de todos los premios posibles, difícil mantener una toma tan larga sin apreciar que se está ante un genio de la actuación.

La otra actuación que destacaremos es la de Julianne Moore como Linda Partridge. La escena en la farmacia lo hace saltar a uno de la butaca por lo tenso del momento entre la compra que está haciendo de medicamentos muy delicados y la alarma de la farmaceuta que uno no sabe si la va a detener o a denunciar. Interpreta a una mujer constantemente atormentada por la culpa de haber engañado a su marido y de no haberlo amado como lo ama ahora que sabe que se está muriendo.

La dificultad de las relaciones familiares, especialmente con el padre atraviesa toda la película y la dificultad del perdón. Mentiras y fallas graves que parecieran imperdonables terminan resquebrajando a los personajes, interpretados por actores de primera calidad.

Llena de simbologías a través de la música, una canción “Wise Up” que todos cantan desde sus lugares como si la estuviesen oyendo por un radio.  La última escena asombrosa, inesperada, atrevida y podría decir hasta ominosa cierra este film con una atmósfera enigmática como es la vida misma. 

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