Ignacio Ayala y Belén Fontúrvel |
Por qué será que a las mamás les dio por no dejarlo dormir a uno. En vacaciones te levantaban temprano, cuando podías dormir sin tener obligaciones. “Estás perdiendo el tiempo, más tarde me lo agradecerás que formé en ti el hábito de la disciplina”. Nunca lo entendí y menos ahora que no puedo dormir con ese sueño profundo y reparador. Duermo, pero no igual. Pero eso no es toda la tortura a la que fui sometida, no me había acabado de despertar cuando esa voz que me perseguía comenzaba con su cantaleta de “tiende la cama, ¿ya la tendiste? o lo vas a dejar para cuando ya te tengas que acostar otra vez”. Me atormentaba ese dinamo que no cesaba de dar órdenes hasta que anunciaba que me iba a casa de una amiga. “¿Cómo? Es que ya tu no vives aquí, tienes esta casa como un hotel. Anda y vete, múdate de una vez”. No hacía ningún caso a su sarcasmo y agarraba la de San Diego.
Tenía de mi parte a mi papá que era mi cómplice. Es por ello que crecí con un vocación pro hombres absoluto, siento una total inclinación por el sexo masculino, quienes me fascinan. Me hice más mujer y muy coqueta pero nunca se me ocurrió cambiarme de sexo. No estaba de moda, no circulaba la idea, pero por rebeldía y poder fastidiar a mi mamá lo hubiera hecho. Menos mal que no tenía tal posibilidad porque hoy estaría muy arrepentida. Por el contrario, reafirmé mi condición de mujer y me hice coqueta y atractiva. Quise asegurarme que siempre tendría un pretendiente rondando y así fue. Me hice el hábito de vestirme siempre de forma variada y llamativa, de hecho, me gané esa fama. Mi papá en son de juego decía veremos con cual disfraz llega hoy, mientras mi mamá lo veía como recriminándole “por tu culpa esa niña es así”. Qué pesada se me hacía mi mamá, pero con el tiempo la amé.
Cuando me casé, lo que hice siendo muy jovencita se hizo gran compañera y confidente. Me mostró una ternura y sabiduría natural que me enternecía. Aunque nunca perdió del todo esa tendencia a mandar y a recibir su “tate quieta” ¿Por qué no fue así siempre? tampoco lo entendí, nos hubiéramos ahorrado muchos pleitos y rivalidades. Chiquita para vengarme me quedaba muda hasta exasperarla. Cuando llegaba mi papá comenzaba nuevamente a hablar. No les cuento cuando se quedaba sin la señora que limpiaba, cómo se ponía; a correr se ha dicho.
Adoraba cuando salíamos de vacaciones por dos meses, llenaba su camioneta de muchachos y arrancaba. Íbamos para una casa de un tío en los Corales y pasábamos el día en Puerto Azul. Como allí nada la molestaba podíamos hacer lo que quisiéramos. Solo nos acercábamos a comer y de resto en la piscina o en el mar. En la noche íbamos al bowling o veíamos la película que pasaban al aire libre, cada quien con su sillita. Allí se cambiaban los guiones, mi papá se iba los fines de semana y quería que tuviéramos cerca todo el tiempo. Era muy nervioso y temía que algo nos pasara, así que respirábamos, cuando regresaba nuevamente a Caracas, los lunes. Nunca dejaba de trabajar para poder mantener ese familión y lo hizo muy bien, vivimos, si bien con la estricta administración materna, de forma muy holgada, nada nos faltaba nunca.
Mi mamá fue siempre más aventurera y eso me encantaba. En la casa vivía un tío de ella, tío Mino, que era muy divertido y tremendo que inventaba locuras que a mi mamá le encantaban. Cuando cayó Pérez Jiménez las casas de los perezjimenistas fueron saqueadas. Al lado y enfrente vivían dos de ellos y mi tío fue a fisgonear que tenían para traerse. Descubrió dos cajas de wiskis que en seguida negoció con los guardias, como ya estaba viejo fue trayendo las botellas de dos en dos y mi mamá en la puerta de la casa las agarraba. La fiesta se les acabó cuando llegó mi papá que formó un lío de padre y señor mío. ¿Qué necesidad tienen ustedes de eso? buscando que les metan un tiro. Todavía estaba muy alborotado el ambiente. Ellos por lo bajito se reían y se iban a brindar por su hazaña.
Fueron tiempos muy gratos los que viví en mi infancia y los recuerdos son interminables.