Es una película de drama histórico épico de 2024. Dirigida y producida por Brady Corbet, guion de Mónica Fastvold. Es una coproducción entre Estados Unidos, Reino Unido y Hungría. Protagonizada por Adrien Brody como László Toth, un arquitecto judío nacido en Austria que sobrevive el holocausto y emigra a Estados Unidos. El reparto también incluye a Felicity Jones, Guy Pearce, Joe Alwyn, Raffey Cassidy, Stacy Martin, Emma Laird, Isaach de Bankolé y Alessandro Nivola.
Una película que rompe todos los esquemas actuales y que se lanza con una apuesta muy alta. Llena de simbolismos, giros inesperados, y con una pregunta central por la libertad a la que no le da respuesta definitiva sino deja al espectador con muchos interrogantes. Dura casi 4 horas donde te puede atrapar la fascinación de las imágenes, la fascinación por el contenido y los personajes o bien por la intriga sobre su desenlace. Es una obra de arte, no tiene precio y su valoración depende de la estética del espectador.
En la primera secuencia vemos a László Toth llegar en barco a Estados Unidos huyendo del nazismo; la cámara le sigue en plano secuencial por las estancias cerradas y asfixiantes de la embarcación hasta que llega a cubierta desde donde observa con alegría la estatua de la libertad; mientras en off se escucha una carta que le ha escrito su mujer que quedó atrapada en Europa. La carta termina con la siguiente afirmación: “quienes más libres se creen, son los que están más lejos de la liberad”. La cámara da un giro vertical de 180 grados, que muestra a la estatua dando vuelta. Ya allí tenemos una respuesta.
László Toth llega como arquitecto con un gran prestigio en Hungría antes de la guerra. Lo que le interesa al empresario que lo contrata, Van Buren, es el capital social de su nuevo asalariado, es la posibilidad de presumir de él. El poderse reunir con personas influyentes le permita a László traer a su mujer. Las diferentes estancias que habita László son claras indicadores de su nivel de independencia. Corbet no deja de indicar la precariedad de su situación, un ser que va a ser utilizado hasta que sea inservible y después desechado. Ese es el gran sueño americano.
No es, por tanto, El Brutalista una película que nos muestra el ascenso y caída en desgracia de un genio incomprendido; busca más bien capturar el riesgo constante que sufre un personaje convertido en una herramienta temporal que para huir de la soledad y frialdad de la lejanía y la incertidumbre solo se enfoca en la construcción de su obra magna. La obsesión del artista con la perfección de su obra no es una muestra de su carácter megalomaníaco irracional, por el contrario, si László quiere que su obra sea perfecta es para que quede como memoria de las celdas del campo de concentración y trasmitir la angustia que allí sintió. Es una construcción brutalista.
Una película que impacta y maravilla.
Hay que buscarla.
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