viernes, 24 de julio de 2020

My Happy Family


Manana

Una película georgiana exhibida en importantes festivales, Sundance y Berlín, fue una de las grandes revelaciones de 2017. Es el segundo largometraje de Nana Ekvtimishvili y el alemán Simon Gross. Director de fotografía es Vladimir Panduru con una dirección muy particular. La cámara sigue de cerca a los personajes que actúan con una intensidad y naturalidad dignas de grandes actores, revelan un talento magistral. No cae la película, en ningún momento, en un costumbrismo plano.

La película gira alrededor de Manana, una mujer de 52 años que trabaja como profesora de literatura en un colegio secundario (la reconocida cantante y actriz de teatro Shugliashvili) una mujer insatisfecha con su vida al lado de una pareja (Merab Ninidze) que la ignora hasta que Manana manifiesta que se va a vivir sola. Con esta decisión de Manana toda la familia se desestructura siendo la más alterada  la madre de Manana que se desborda. La acusa de traidora y mala mujer. Manana tiene dos hijos adultos que están más pendientes de la computadora o de los novios. Soledad rodea a esta mujer inquieta que solo consigue  que la vean cuando decide irse.

Las reacciones de los distintos personajes pertenecientes a tres generaciones es lo grandioso de esta película en una cultura altamente tradicional. Manana se va transformando paulatinamente hasta el punto que al comienzo de la película apreciamos a una mujer muy distinta de la que nos tenemos que despedir al final. En su inicio uno duda de la fortaleza y decisión de Manana y teme por ella, paulatinamente su personaje va trasmitiendo seguridad y determinación, produciendo una distención en el espectador. Sale de su letargo y comienza a vivir su nueva vida que cada vez la va envolviendo más en el goce por la libertad.

El título irónico de My Happy Family expone de forma sobria el deseo femenino indoblegable que no cede ante negociación alguna. Manana responde de forma serena a toda súplica,  acusación o amenaza pero con un dejo de cansancio por las explicaciones que se le exigen y no quiere dar y que mayoritariamente no da. Solo manifiesta “Quiero mi cuarto propio, necesito mi propia casa, me voy, los dejo”.

Una de la toma y espacios magistrales de la película es una escena donde vemos a Manana entrando en la casa familiar, una toma sin corte la sigue desde el pasillo del edificio hacia el interior del hogar con sus familiares prestos a convencerla para que regrese. Cuando Manana le pone limite a esta intervención familiar la cámara la acompaña y deja fuera a los demás, pero estos luchan por acceder al escenario. Símbolo de cómo han venido violentando el espacio personal de Manana que es lo que ella se dispuso a defender. La música de Mozart y la brisa del viento en su soledad del nuevo apartamento revelan el sosiego de esta valiente mujer en la conquista de su nuevo espacio. Es un momento de placer sencillo que simboliza su victoria.

Disponible en Netflix.

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