viernes, 19 de marzo de 2021

Rafaela Baroni



Conocí a Rafaela Baroni en los años 80 cuando fui a Trujillo con mis hermanas. Hacíamos un recorrido por los Andes (cuyo destino era Mérida a la que no llegamos) visitando a diferentes artesanos. Rafaela dejó una honda impresión en mí, una mujer que no podías conocer sin sumergirte en innumerables interrogaciones.  Impactaban, de entrada, su intensidad y presencia siendo una mujer sencilla y cálida. Su mirada penetraba y si uno se le acercaba con cualquier pose o artificio segura estoy que Rafaela con solo un gesto encontraba la verdad detrás del disfraz. Pasamos a su capilla donde uno podía pasar horas observando los detalles de sus pinturas y tallas de madera. “Pídanle a la virgencita lo que quieran” y en seguida en voz alta le pedí un albergue donde quedarnos esa noche, pues no habíamos conseguido. Trujillo estaba abarrotado de turistas por una fiesta que se celebraba (no recuerdo de qué se trataba). Por supuesto Rafaela nos consiguió un sitio en nombre de su virgencita y nosotros quedamos muy agradecidas.

Nace en 1937 en un hogar muy humilde. Sus primeros 10 años fueron de muchos cambios, su madre viuda se casa con el sobrino de su esposo y se mudan de Mérida. Rafaela comienza a esa corta edad a desarrollar sus dotes de artista ya dedicados a los temas religiosos. Talla ovejas y ángeles en anime los cuales vendía. A los 11 años sufre su primer ataque cataléptico y estuvo sin sensibilidad ni movimiento por 24 horas. Los familiares la dieron por muerta y la velaron. Siendo velada abrió sus ojos, se podrán imaginar la escena de asombro y los cuentos que alrededor de este hecho se tejieron. La consideraron una santa que había obrado un milagro. Esta investidura no alteró su carácter ni su esencia humilde y entregada a su misión como artista y de ayuda a quien la necesitara.

Tiempo después se casa por primera vez con Leopoldo Sánchez, en contra de su voluntad, y tiene tres hijos, Marco Tulio, Marlene del Carmen y Pedro quien muere con solo 9 meses por una bronconeumonía. A los 27 años sufre una parálisis, sin causa médica determinada, que la imposibilita por cinco meses por lo que tiene que ser hospitalizada. A los 31 años conoce al que ella calificó como el amor de su vida, Rogelio Albornoz, con quien contrae matrimonio nuevamente. Vuelve a sufrir de otro ataque cataléptico y la vuelven a dar por muerta. Se dice que no le practicaron una biopsia por la pérdida de unos papeles. Vuelve a revivir. Comienza a tallar entonces a su Virgen del Espejo en agradecimiento por haberla regresado a la vida. Pierde la vista también en numerosas ocasiones. Hoy sabemos el origen psicológico de tan graves dolencias. Pero en aquella época y en una sociedad tan rural y atrasada, sus síntomas despertaban todo tipo de mitologías. Rafaela era considerada una santa y muy querida por los seres que la conocieron. Siempre estuvo entregada a una misión altruista en su comunidad. Se le apodaba “Señora de la Virgen”.

Además de pintar y tallar Rafaela cantaba, clamaba poesías y hacía teatro. Tenía en su casa un ataúd elaborado por ella misma donde pasaba horas acostada meditando. Pedía que se la enterrara en su querido sarcófago. En octubre de 2015 fue víctima de delincuentes que la golpearon, amordazaron y robaron. La capilla en su casa, que convirtió en un museo, fue apodada El Paraíso De Aleafar. A Caracas vino varias veces a exponer sus obras en el museo de Petare. Viajó por varios lugares del mundo donde fue reconocida como una artista de gran talento. Recibió numerosas premiaciones. Premio Nacional de Arte Popular en 1988, recibió otros reconocimientos en el Salón Aragua (2003), Bienal Bárbaro Rivas (1994), Bienal Salvador Valero (1992) y Premio de la Asociación Internacional de Críticos de Arte, AICA (1991)

En 2016 la Fundación Cultural Bordes presentó en Trujillo el documental aleafaR, del joven productor cinematográfico Daniel Peñaloza, quien afirmó que “Rafaela Baroni es un imán cálido de amor y felicidad, una madre naturaleza andante que no se cansa de regalarle al mundo toda su potente energía”

En realidad, Rafaela fue un ser fuera de lo común y constituye un gran privilegio haberla conocido y haber podido disfrutar de todo su misterio silente y profundo.

Muere el 9 de marzo de 2021 de una neumonía.

 

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